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Un poco de historia

La parroquia de Guachinango, una de las más antiguas “doctrinas” del Reino de la Nueva Galicia, está situada en la parte noroccidental de la región central del Estado de Jalisco, y al norte de la región de los declives.
Pergeñando la presente reseña histórica, muchas veces ha venido a mi mente el profundo pensamiento de Rabindranath Tagore (Premio Nobel 1913): “No hay más que una historia:
la historia del hombre”; y a la luz de esta verdad, he reafirmado mi convicción de que el pasado histórico de todo pueblo, por pequeño que éste sea, nunca puede dejar de ser interesante, y mucho menos cuando se trata de un pueblo que, como Guachinango, conoció un pasado insigne, aunque actualmente su trayectoria, al lado de otros lugares más afortunados, se encuentre, en razón de diversos factores, en manifiesta desventaja.
I.ORÍGENES
Aunque resulte un tanto extensa esta parte, intentaré llegar a los antecedentes más antiguos del hombre que habitó primeramente la vasta región de la Nueva Galicia, pues además de que todo el territorio de nuestra Diócesis fue parte de ella, podremos tal vez encontrar en dichos orígenes, algunas razones antropológicas de nuestro propio modo de ser.
Respecto a los antecedentes etnológicos del hombre primitivo americano, nada se sabe con certeza; solo cabe afirmar con buen número de serios etnólogos e historiadores, que la raza aborigen no fue autóctona sino inmigrada, y que, procedente del Asia, entró en América por Alaska, probablemente cuando su cultura podía ser clasificada entre las neolíticas, (Cf. Pérez Brotchie). Serios historiógrafos sostienen, sin embargo, que sí hubo raza autóctona, y que ésta fue la otomí.
La raza que en época más remota pudo haber habitado suelo de Jalisco -salvo la hipótesis anterior sobre la otomí- fue la Nahoa que, viniendo del Norte, llegó a nuestro país hace unos seis mil años. No obstante, todos los conocimientos que se tienen sobre los primeros pobladores de la República Mexicana, datan del siglo VI de nuestra era, de tal manera que toda la hipótesis fundamentada en tiempo anterior a dicho siglo, no merece entero crédito.
Es de justicia afirmar en favor de la raza nahoa el alto grado de cultura que logró alcanzar, como lo demuestran su teogonía y cosmogonía, ciertos conocimientos sobre construcción e hidráulica, el matrimonio y la organización familiar, la organización social y, sobre todo, la inexistencia de la práctica de sacrificios humanos, fenómeno del que no se vieron libres ni siquiera muchas razas posteriores a ella (Cf Topete Bordes, Jalisco Precortesiano, Cap. 2).
Ya en un ciclo de mayor certeza histórica, durante la segunda mitad del S. VI, llegan al suelo de Jalisco los Toltecas, descendientes de los Nahoas, y fundan Chimalhuacán Atenco.
El nombre Chimalhuacán (“lugar de los que usan escudos”) es la piedra angular para la historia de esta región, ya que ha servido a todos los historiadores para señalar la región jalisciense y la de los Estados circunvecinos de la época precortesiana.
Como herederos de la cultura Nahoas, los Toltecas –también en su especificación de chimalhuacanos- eran un pueblo adelantado: politeístas, pero reconociendo a un dios superior a los demás; industriosos en la construcción, en la agricultura y en algunas artes; consignaban su historia con pinturas y geroglíficos; tenían una organización social de familia y de gobierno; en sus viviendas en algunos casos fueron ya casas de terrado y, sobre todo fueron muy buenos astrónomos. Clavijero, visitando a Boturini, afirma que los Toltecas idearon el año bisiesto más de cien años antes de Jesucristo, y que las razas cultas mexicanas, por lo aprendido a los Toltecas, tenían el año civil de acuerdo con el solar, por medio de los días intercalares, como fue el calendario romano después de Julio César.
Sobre los primeros pobladores de Guachinango, el Sr. Cura Dn. Librado Tovar, ilustre miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en la Junta Auxiliar de Guadalajara, en el discurso que pronunció en 1933 con ocasión de la celebración del IV Centenario de la fundación de Guachinango, afirmó:
“Por el año 567 dela vulgar, los pobladores de este territorio fueron los Toltecas, que dominaron a las razas inferiores, que tenían lengua y costumbres propias. Siguió la dominación mexicana con el reino de Chimalhuacán constituyéndose numerosos Tlatoanazgos  o señoríos independientes, solo unidos en tiempo de guerra para resistir al enemigo común. Señorío chimalhuacano fue Guachinango, con Mixtlán y Atenguillo, con asiento en esos poblados y otros como El Rojo, de importancia en los tiempos dichos, como mineral, porque el vínculo de unión,
a lo que parece, de las tribus aborígenes, fue aquí en los contornos, la extracción y beneficio de los metales preciosos, sin negarse que, como chimalhuacanos, también fomentaban la agricultura, el comercio y las artes manufactureras”.
II. ETIMOLOGÍAS TOPONÍMICAS
Como la mayoría de los antiguos nombres indígenas, controvertido y curioso es el origen del vocablo Guachinango, pues mientras para la tradición ancestral popular significa simplemente “arroyo sin agua” o “lugar fortificado”, para la erudición filológica de los estudiosos existen las siguientes versiones:
  1. “Seto en los bosques” (Mendoza);
  2. “Lugar que tiene cercado de madera o de árboles” (Arreola);
  3. “En las chinampas de estacas de madera” (Ibarra de Anda);
  4. “En el cercado de árboles”  (Excmo. Sr. Arzobispo Dn. J. Guadalupe Ortiz y Sr. Prof. Dn. José Ramírez Flores)
Esta versión, que parece ser la más acertada, proviene según el Excmo. Sr. Ortiz, del dialecto mexicano “CUATI” (Árbol de madera o cuate) y “NANGO” (cercado o rodeado de); el ilustre historiador jalisciense Ramírez Flores, en filología mejor elaborada, lo hace derivarde: “CUAHUITL” (árbol), “CHINOMITL” (cercado, seto) y “CO” (en, lugar de), raíces que al aglutinarse en una mejor resultante fonética, dan origen al nombre “cuauh-chinan-co” (Cf. Páez Brotchie, Jalisco, Historia Mímina, Tomo I).
III. LOS ESPAÑOLES
La fundación del pueblo en su lugar actual está ligada al nombre de Dn. Juan Fernández de Hijar, Capitán español que en 1541 se estableció en Guachinango donde vivió durante mucho tiempo, pues en marzo de 1579 todavía aparece viviendo aquí; murió tal vez poco después de dicho año y fue sepultado en esta tierra que quiso tanto y donde infatigablemente trabajó como pionero de la minería. Por línea recta masculina descendía de la Casa de Hijar de la real de Dn. Jaime Aragón.
De 1533 data al título de propiedad en favor del “Pueblo fundador y cacicazgo de Guachinango” que el 08 de septiembre de dicho año, a nombre del Emperador Carlos V, firmaron el Viso Rey, Dn. Antonio de Mendoza, el Capitán General de los Reales Exercitos de la Nueva España, Dn. Hernando Cortés, y los Vocales y Sinodales del Consejo de Indias.
Sobre dicho Título, conviene dejar asentado que, próximo a celebrarse el IV Centenario de la fundación del pueblo (diciembre 08 de 1933), los vecinos más caracterizados de Guachinango comisionaron al Sr. Dn. Joaquín Ponce para que consultara con personas competentes y autorizadas sobre la autenticidad de dicho Título, tal vez razonablemente puesta en duda. El Sr. Ponce consultó en Guadalajara con los miembros de la Junta Auxiliar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, recabando de todos ellos la unanimidad de que “dichos documentos históricos son de la más innegable autenticidad, tanto porque su escritura corresponde a la usada en que están escritos, así como por las firmas que calzan dichos títulos, siendo la principal la del Conquistador Dn. Hernando Cortés Márquez del Valle, la cual se ve a la fecha, perfectamente clara, llevando una marmaja dorada, que era la característica que llevaban siempre las firmas del Conquistador” (Cf. El Informador del 10 de diciembre de 1933).
Asociados también a los primeros años de la vida colonial de Guachinango están los nombres de Pedro de Ulloa, conquistador de la Nueva Galicia al mando de Nuño de Guzmán quien poco después de 1531 lo nombró encomendero de Guachinango; el Capitán Cristóbal de Oñate quien en 1545 descubrió algunas minas en Guachinango, Etzatlán y Purificación
(Cf. Páez Brothchie); Cristóbal de Oñate, hijo del anterior, y a quien su padre “había legado unas casas en Compostela y una mina en Guachinango que Sancho de Rentería conoció” (Bioteca de Occidente); “Sancho de Rentería, corregidor del mineral de Guachinango, hombre honrado, casado y que en 1563 llevaba diez años de residir en la tierra” (ibídem).
En 1570 contaba el Real de Minas de Guachinango con seis vecinos españoles, mineros. Durante dos siglos (XVII y XVIII) la vida del pueblo estuvo íntimamente ligada a la familia Rodríguez Ponce; fundador de esta familia fue Alonso Rodríguez Ponce, originario de Lepe, en Huelva (Andalucía) quien vino a México como minero en 1600. Hijo del anterior fue Don Francisco Rodríguez Ponce del cual habla el P. Tello (capítulo 248 de su segundo libro) como constructor en 1605 de molinos para beneficiar metales. Este primer Francisco aparece como mercedario en Guachinango en 1618; en 1627 aparece ya como residente ocupado en asuntos de minería, además de ser Juez Mayor del Real de Minas y sus provincias. Casado con Francisca de Velasco Mújica y Rentería, de Juchipila, tuvo cuatro hijos, de los que sólo uno fue varón y también se llamó Francisco.
Este segundo Francisco, Capitán, terrateniente y hombre de negocios, aunque natural de Juchipila  y ausente de Guachinango en desempeño de diversos cargos (Juez pesquisidor, alcalde provisional de la Santa Hermandad, Juez de mesetas, cañadas y registros, etc.), aparece, sin embargo, vinculado a este pueblo para el que obtiene permiso de Felipe IV en 1655 para la fabricación de un trapiche. Casado en 1638 con Juana Ávalos de Bocanegra, procreó ocho hijos (4 mujeres y 4 varones), de los cuales, al quinto se le puso por nombre de Francisco y al séptimo Ambrosio, “que fue Bachiller y luego Presbítero de larga vida y ancha fama” (Bioteca de Occidente).
El tercer Francisco casó con María Luisa Ortiz Palomera, y uno de sus hijos, el Br. Juan Antonio Rodríguez Ponce, fue durante varios años Vicario de Guachinango (en 1749 llevaba al menos 14 años como tal); junto con sus hermanos poseía en los alrededores del pueblo diez sitios mayores y seis caballerías, más la Hacienda de Santa Bárbara como a media legua del Real. Tal vez a él se deba la cesión de la casa-hacienda de la Familia Rodríguez Ponce en favor del templo parroquial, como reza la inscripción que en cantera roja se encuentra bajo el primer campanario:
“De los Ponce fue esta casa,
y para emplearla mejor,
a Dios se la dedicaron
para casa de oración”.

Parroquia de Guachinango

SANTIAGO IGLESIAS Salvador, Reseña histórica de Guachinango, Jalisco;

en Boletín Eclesiástico de la Iglesia Diocesana de Tepic,

No. 12, nov-dic 1974, pp 41-72

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